jueves, 18 de septiembre de 2014

Quizás aún no sea tarde.

Desde que era pequeña, siempre me gustó el arte. Cantar, bailar, actuar, pintar. Pero siempre me dijeron que no era suficientemente buena.

Mi amor por el arte partió con el baile. Mi tata bailaba conmigo desde que yo tenía tres años, tangos, rock & roll, cumbias... Lo que sonara en la radio. Él me enseñó a guiar como hombre en caso de que me tocara uno que no supiera bailar, pero con la gracia de la mujer, ese femeneidad y suavidad que solo nosotras, aunque estemos al mando de la pareja, sabemos tener. Evolucioné y entré a ballet, yo era gordita (más que ahora), pero eso era lo de menos, para mi profesora que yo tuviera los piés chuecos (afección que no se nota a menos que me mires detenidamente y te des cuenta que una de las puntas está más hacia el centro que la otra) era imperdonable, y aún cuando iba subiendo y subiendo de nivel, y ya tenía mi medallita morada y solo me faltaba la verde para ser profesional, me echó de la escuela de baile. "No tienes piés para esto", yo tenía nueve años, y jamás en la vida pude superar esa tranca. Busqué otro tipo de bailes, pero ya nada fue igual.

Después de esto, vino la actuación, en quinto básico era la más feliz en las clases de Miss B en lo que se llamaba "la pajarera" en mi colegio. Era maravilloso poder representar, poder ser otro y de cierta manera dejar de lado todo lo que te pudieran decir cuando te molestaban en el colegio. Los compañeritos podían ser crueles, pero cuando personificabas a un otro, eso se olvidaba... Hasta que fueron las audiciones para "Anna Frank". Recuerdo haber practicado durante semanas las líneas que tenía que decir, mi papá me ayudaba y me corregía, él se hacía pasar por todos los otros personajes, y nos teletransportábamos a la segunda guerra mundial. Me las sabía todas. Hice la audición. Mis compañeros por primera vez me aplaudieron. La profesora por primera vez me dijo que lo había hecho bien. No cabía más de felicidad. Pero nada podía ser perfecto, porque como ella dijo, Ana Frank era flaca, se estaba muriendo de hambre, y yo era gorda (literal). Así que no podría hacer ese papel. Terminé siendo el árbol en la esquina. Creo que lloré durante toda la obra.

Para cantar, siempre fui la favorita de mis profesores de coro, al menos en las que eramos "contra altos", pero extrañamente, siempre, no sé por qué, al final, los solos se los ganaba B. Desde que tengo uso de razón. Los profesores se indignaban. Me acuerdo que mi profesor de coro, cuando estaba en la media, peleó por mi. Hizo hasta lo imposible, y tuvo una fuerte discusión con la directora del departamento de música Miss S. Y me dejó de solista. Fui la petiza más feliz, en primero medio, cantando el "awimbowe" del rey león, frente a todo el colegio, y después en Argentina frente a otros colegios, y después en Perú frente a otros colegios. Pero hasta ahí no más llegué. Con el pasar de los años los solos se los siguieron dando a B, aunque mi profesor R, siempre, siempre luchó para que me escuchara más yo. Ponía los micrófonos justo en mi boca, y en la boca de K (ella era y sigue siendo una de las mejores sopranos que he escuchado, con esa voz tan lírica que hasta los backstreet boys parecían una ópera).

En las clases de coro con el profe R eramos las dos, realmente felices. Creo que fueron, por lo menos para mí, los mejores momentos en ese colegio. Si los ensayos se acababan a las 17:05, nosotras llamábamos a nuestras mamás para que nos fueran a buscar más tarde, y nos podíamos quedar hasta las 20:00 hrs con el profe ensayando, practicando distintos arreglos musicales. Me hacía hacer las escalas en "cascada", como esas inflexiones de voz al ir bajando de nota en nota... No sé como explicarlo. Pero al profe le encantaba. Le encantaba que me saliera tan natural. Que nadie me lo hubiese tenido que enseñar y de a poco lo fuimos agregando al coro, y aunque B fuera la solista, mi micrófono siempre sonaba más fuerte, y mis escalas en cascada siempre se escuchaban por sobre sus cantos monótonos, sin fraseo. Me acuerdo que parecía como si solo hubiese estado leyendo.

Un año más tarde, despidieron al profe, nunca supimos por qué, y hasta ahí llegaron los buenos recuerdos del coro. Llegó una profesora, que ni me acuerdo su nombre, que quería un coro clásico, y yo no calzaba "Tu voz es demasiado popular, demasiado blusera" y ahí quedé, sin coro y sin práctica. La última vez que canté en ese coro, nos anunciaron, miré al público, me fui a negro y desperté en enfermería.

Bienvenido el pánico escénico. No podía esperarse otra cosa. La sumatoria de todo esto durante mi vida, no podía no generar un trauma. Años después me darían ataques de pánico escénico hasta en los exámenes orales, pero eso es tema de otro blog.

Con el pasar de los años, ya en tercero medio, teníamos que tomar los "electivos IB", y yo tomé Psicología y Arte Superior (como si supiera dibujar). Hablé con Miss S. Le dije que no sé dibujar, y ella me dijo que el Arte no es solo saber trazar lindos rostros, es expresión. Pero nadie entendió mi expresión. El latex sobre madera, sin forma alguna, solo "expresión" fue mucho para quizás demasiados. Al final opté por otro hobbie. Me volví a encerrar en la literatura.

Me convertí en la sabelotodo. Me cambié de Arte a Filosofía superior, y comencé a estudiar desde Aristóteles hasta Nietzsche y Foucault, Marx y Fromm. Reventé psicología, me encantaba, pensar en el puzzle del Yo humano. Literatura superior, el quijote en español antiguo, Inglés Superior, Shakespeare durante dos años seguidos, historia y el amor que nace desde a la pedagogía (otra historia para otro post). Me refugié en el conocimiento, en la política, en la literatura, en le filosofía, en la antropología, en las ciencias sociales. Encontré el amor por descubrir y por armar puzzles mentales, encontré el amor por entender y por ayudar.

Pero hasta el día de hoy, cuando veo a alguien cumplir su sueño, cuando los veo bailar, y/o cantar, aún me emociono. Aún me caen lágrimas que escondo tras esa eterna sonrisa de ojos tristes. ¿Por qué no seguí? ¿Por qué no los dejé ir? ¿Por qué renuncié a mis sueños?

Quizás aún no sea tarde, quizás a mis 26 años y mi voz gastada aún sea tiempo de pararme en ese escenario, cerrar los ojos y cantar esos altos rasgados por mi voz contra alto. Quizás aún no es tarde para mí.

Quizás tampoco sea tarde para ti.

1 comentario:

  1. Llama a Madelene...te doy su número. Me ha ayudado a dar cuenta de que tengo voz y q no es tarde para recuperarlo. Es cierto q hay quienes tienen más facilidad, pero nadie nació sabiendo como bailar, cantar,dibujar o escribir.
    Si tienes algo q ofrecer al mundo entonces te lo debes a ti mismo....sal y busca como compartir tu pasión.
    Y recuerda siempre ver de donde vienen las criticas... Recuerda tok y el pensamiento critico q nos ayudó a desarrollar. Solo ahí sabrás si sus criticas te deben importar o no....
    Pero lo que opino yo es que tú, C tienes la voz, el talento y la personalidad para triunfar.
    Te quiero mucho
    K

    Pd. Grax por el elogio...me hiciste sonrojar

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